21/5/16 Acto en Madrid por el XXX aniversario de la Unidad Carlista
En este mes de mayo celebramos el 30 aniversario del Congreso de la Unidad que tuvo lugar en el Escorial durante los días 1 al 4 de mayo de 1986. Con este motivo vamos a reunirnos en un lugar céntrico de Madrid para recordar, sí, pero sobre todo para revivir y reavivar el espíritu de aquel Congreso que nos llevó a reunir esfuerzos en esta Comunión Tradicionalista Carlista que desea representarnos a todos.
Día: sábado 21 de mayo de 2016
Lugar: Hotel NH Zurbano, salón Condestable
Dirección: Calle Zurbano 79, Madrid
Hora: 17:00 horas
ENTRADA LIBRE
A continuación les ofrecemos algunos artículos y testimonios.
TREINTA AÑOS DESPUÉS
Al recordar la reconstrucción de la Comunión Tradicionalista Carlista en 1986, no podemos dejar en olvido la importancia que en la misma tuvieron los jóvenes. Recién salidos de la adolescencia y deseosos de hacer algo, ya habían participado en la oposición del Carlismo a la actual Constitución. Limitada, como nuestros medios. Pero importante por clarividente.
Algunas de nuestras ciudades vieron sus vallas adornadas con carteles que, en grandes letras azules, sobre fondo blanco, decían: “La Constitución es divorcista y abortista”, “Vota, paga y calla”. Y otras frases que no hace falta recordar.
Procedían los jóvenes de los distintos grupos en que los carlistas estábamos divididos. Les unía el deseo de trabajar, de hacer algo. Luego participarían, sin distinción, en los actos que se seguían organizando. También en campamentos juveniles y círculos de estudios. Eran ellos mismos los que no entendían las divisiones que veníamos arrastrando y, a modo de reproche, nos acusaban de ellas a los mayores.
Los mayores hicimos la unión. Pero el impulso de los jóvenes tuvo su importancia que hoy es justo hacer constar.
El Carlismo había carecido de denominación oficial. O si la había tenido no era tan exclusiva como para no admitir otras. Por eso se había titulado indistintamente Comunión Tradicionalista y Partido Carlista. Las declaraciones más solemnes eran firmadas por la Comunión Católico Monárquica, desde los tiempos de don Carlos VII. Recordamos un manifiesto del año 1930, firmado por los Jefes Regionales y confirmado por el Rey Don Jaime, en nombre de la Comunión Católico Monárquica. En plena República, un decreto de Don Alfonso Carlos I fijaba como nombre oficial el de Comunión Tradicionalista Carlista. Y esa fue la denominación adoptada en 1986.
Como tradicionalistas, declarábamos nuestra fidelidad a los principios de la Tradición española, proclamados por nuestros Reyes en sus manifiestos y defendidos por nuestros pensadores y políticos a lo largo de siglo y medio. Como carlistas asumíamos el papel que en ese mismo periodo había representado el pueblo español fiel a la Dinastía Legítima. Y comenzamos nuestra andadura.
En el papel de carlistas hemos asumido la gloria de nuestros héroes, la fidelidad de nuestros pensadores y el tesón de nuestros políticos. También los errores de éstos. Porque los hubo. Y los recordamos para no repetirlos. Sin criticarlos, porque pensamos que nosotros mismos, en sus circunstancias, habríamos incurrido en ellos.
Es que en nuestra conducta política tenemos que distinguir la doctrina, que es el fundamento de todo, y las actitudes, que son consecuencia de nuestra doctrina. Y es en las actitudes en las que, a veces, nos hemos equivocado.
En la Comunión Tradicionalista Carlista miramos al futuro. Procuramos mantenernos fieles a la doctrina. Y es ese nuestro objetivo principal. Ya dijo don Carlos VII en su Testamento Político: los principios son intangibles. De ahí nuestro interés en profundizar en la misma. Fruto del mismo son las realidades: cursos de formación en donde es posible, Asociación Cruz de Borgoña con sus campamentos de verano, redacción y publicación de un Ideario y un Programa, una revista bimensual con fuerte contenido doctrinal y los Foros Universitarios, Alfonso Carlos I, de los que ya hemos celebrado la edición XVI.
En nuestro afán de fidelidad a nuestros Reyes nos hemos abierto al diálogo con otros grupos. Lo hacemos sin ningún temor. La fuerza de la Verdad que nuestra doctrina encierra, y la ayuda del Cielo, nos protegen contra cualquier contaminación que pudiera amenazarnos.
Y nos abrimos a todos los españoles porque no somos un partido al uso democrático; de esos que lucha para conquistar un poder que luego disfrutan en su beneficio. Nuestro deber es unir a todos en los principios que forjaron la grandeza de España. El poder para un Rey cristiano, el único capaz de ejercerlo con eficacia. La observancia de los principios, irrenunciable, porque los hechos que estamos viviendo demuestran que España sólo es viable bajo el Reinado Social de Jesucristo.
¡Adelante mis queridos carlistas! ¡Adelante por Dios y por España! Así nos decía Don Carlos VII en su Testamento Político. Y esa es la consigna que seguimos en la CTC.
ROMUALDO BERMEJO, catedrático de Derecho
… el congreso de El Escorial supuso nuevos horizontes para el carlismo, pues permitió volver a nuestras raíces tradicionales y a la defensa de unos principios a los que no se podía renunciar sin perder nuestra esencia. La década de los setenta fue problemática tanto a nivel dinástico como ideológico, y obligaba a recomponer todo. Esto se pudo hacer dialogando y dejando atrás ciertas rencillas, aunque el sacrificio de unos y otros es digno de admiración y de recuerdo hacia nuestros mayores que supieron enarbolar ante tanta tribulación la bandera (s) por la que murieron tantos requetés en la guerra civil, cuyo agradecimiento y recuerdo debe estar siempre con nosotros.
CTC: TREINTA AÑOS DE CAMINO
Las conmemoraciones de números redondos tienen un efecto psicológico especial. Invitan al alto en el camino y la reflexión. Si eso es cierto en la vida personal, jalonada de cumpleaños, aún lo es más en la existencia colectiva, de problemáticas coincidencias. Los carlistas, nacidos como tales a la vida pública en 1833, ya estamos acostumbrados a las efemérides, no le damos la importancia que otros menos veteranos les atribuyen. Pero treinta años de una organización política también merece tarta y velitas, en un contexto de depreciación de compromisos y lealtades. Precisamente no es la unidad lo que ha caracterizado la historia del Carlismo. Tal vez por eso ha sido uno de los valores más estimados como deseables. La letra del Oriamendi es reiterativa al respecto: “Todos juntos en unión”. Pero al ser pueblo en armas tras su Rey legítimo antes que partido político, la Causa carlista ha conocido siempre sus banderías. Eso que la modernidad creía haber inventado: el pluralismo interno, de límites poco definidos.
Los que rehicimos lazos de comunicación y amistad que nos llevaron a reemprender el viaje juntos proveníamos todos de anteriores rupturas y escisiones, con sus consiguientes dolores y disgustos. No somos, pues, los carlistas, pese a nuestra mala fama, propensos al gregarismo y a marcar el paso al son del tambor.
¿Quiénes confluyeron en la CTC de 1986?
Aparte de los que iban por libre, nos juntamos entonces seguidores de Unión Carlista, Comunión Católico-Monárquica y Comunión Tradicionalista.
Unión Carlista reunía a los partidarios de la histórica Regencia Nacional Carlista de Estella, fundada en 1958 por don Mauricio de Sivatte. Y contaba con incorporaciones de antiguos miembros de lo que desde 1972 fue oficialmente Partido Carlista y que allí permanecieron hasta que se hartaron de experimentos socialistas autogestionarios. También integraban sus filas parte de los restos del carloctavismo.
Otros antiguos carloctavistas formaban parte de la Comunión Católico Monárquica. Este fue el nombre que la Causa usó en varias ocasiones y que hicieron suyo los partidarios de Don Carlos Pío de Habsburgo Lorena, disidentes ya de Don Alfonso Carlos en 1932 por el enfoque que éste daba al problema sucesorio. Pero el nexo común de esta nueva Comunión Católico Monárquica fue el liderazgo intelectual del Profesor Francisco Elías de Tejada. Y el motivo de aparecer en el escenario político fue su discrepancia con el modo elegido por la Comunión Tradicionalista de Don Sixto de acceder a la legalización, presentados por D. José María de Oriol y D. José Luis Zamanillo, históricos dirigentes de la Junta Carlista de Guerra, pero que en 1976 habían pasado ya por Estoril y La Zarzuela, respectivamente.
El tercer grupo, teóricamente el más numeroso, era la Comunión Tradicionalista. El nombre pretendía establecer continuidad con la organización oficial que en 1972 (Congreso del Pueblo Carlista, Arbonne) lo había cambiado por el de Partido Carlista, en abierto desafío a la legalidad franquista. Fue adoptado por los “Jefes Naturales del Requeté” encabezados por José Arturo Márquez de Prado, proclamaron Abanderado a Don Sixto Enrique de Borbón Parma, en 1975 y éste constituyó una Junta de Gobierno presidida por D. Juan Sáenz Díez. Diferencias internas, a partir de la preparación y desarrollo del Montejurra de 1976, llevaron a un distanciamiento con el Abanderado y al discreto alejamiento de éste, dos años después.
Los tres grupos buscaron la unidad a lo largo de unos ocho años. Tenían en común un ideario básico, como patrimonio positivo, y una orfandad dinástica, como factor negativo. No fue fácil el proceso de acercamiento, pero el tesón de sus propiciadores pudo más que los prejuicios y las desconfianzas. De ahí que, “congeladas” las preferencias dinásticas, fuera posible llegar, en 1986, a un acuerdo en el Congreso de El Escorial. Allí nació –renació a efectos legales- la Comunión Tradicionalista Carlista. Tuve el inmerecido honor de redactar el comunicado que anunciaba la confluencia de los tres grupos en una sola formación. Y formé parte de la primera Junta de Gobierno presidida por Miguel Garísoain Fernández. Aquellas vivencias quedaron impresas en lo más profundo de mi corazón.
Una de las anécdotas de aquella etapa, expresiva de la peculiar psicología de los carlistas dispersos y convergentes, la protagonizó Camilo Menéndez Vives, que había alcanzado notoriedad a raíz de sus choques con el Teniente General Gutiérrez Mellado, Vicepresidente del Gobierno de Adolfo Suárez. La CTC ofreció a Menéndez una plaza como Consejero Nacional. El marino declinó el nombramiento porque se declaró incapaz de comprometerse a una disciplina de partido ya que no la había mantenido respecto a la jerarquía del Ejército de la que dependía su nómina.
En efecto, la tranquilidad no ha sido la tónica de la singladura de la CTC. Las peculiaridades, los personalismos, las añoranzas del gueto, los maximalismos doctrinales, la esterilidad electoral, la inseguridad del espacio político… han sido factores limitantes de la vitalidad de la empresa reconstituida en 1986.
A pesar de todo, la CTC ha cumplido –está cumpliendo- su misión. Los relevos generacionales se han ido sucediendo en sus cuadros de mando. La militancia no se ha renovado biológicamente lo suficiente para asegurar su supervivencia. Pero, contra todo lo previsible, la vitalidad de su juventud, siempre contrapuesta por definición a la generación precedente, permite albergar esperanza. Sus estructuras organizativas más consolidadas – los campamentos Cruz de Borgoña – han provisto más plaza en seminarios y conventos que en candidaturas y juntas. Algo habrá que revisar.
Sus pronunciamientos sobre el contexto político se han caracterizado por su equilibrio y mesura, dentro de una clara ortodoxia tradicionalista. Esa ubicación ideológica condiciona su estrategia. No es fácil hacer política católica cuando el catolicismo liberal ha contaminado tanto el ambiente.Como tampoco es sencillo conservar la teoría monárquica legitimista sin un referente de carne y hueso.
Pero el análisis de estas aparentes aporías nos lleva a temática más allá del espacio disponible y de la paciencia del lector. Queda pendiente.
José Miguel ORTS TIMONER * | Valencia
[*] Consejero nacional de la CTC.