… Y Sabino su Profeta
01.02.09. 1º. El “Euzkoislamismo”
El día de Reyes, en Intereconomía emitieron un documental sobre Sabino de Arana. Consistía en párrafos seleccionados de sus escritos y comentarios que hacían sobre ellos conocidas personas. Tanto adversarios suyos como seguidores.
Con distintos matices, sus seguidores coincidieron en presentarlo como el que había salvado al pueblo vasco de su desaparición. Ello nos ha recordado la frase que Engracio de Aranzadi, “Kikitza”, incluyera en el prólogo de su obra “La Nación Vasca”: “Si Dios no te hubiera enviado para salvar a Euzkadi”.
Entre sus seguidores figuraba un anciano sacerdote, cuya edad nos motivaba a no tomar en cuenta muchas de las tonterías que dijo. Pero nos fijamos en una que representaba una idea que se notaba no era consecuencia de la senilidad: “Dios nos ha dado una patria y ante El estamos obligados a amarla”. Se ve que esa idea ha sido su guía a lo largo de toda su vida y la de los numerosos sacerdotes nacionalistas que nos ha tocado padecer.
Dios nos ha dado no sólo la Patria. Nos ha dado todo lo que tenemos. Se nos ha dado a Sí mismo haciéndose Hombre para salvarnos. ¡Claro que tenemos que amar lo que Dios nos ha dado! Pero todo: familia, municipio y prójimo en general. De Santo Tomás de Aquino hemos aprendido que el amor a la Patria es una modalidad de la Caridad. Es decir: a la Patria hay que amarla por amor a Dios. No por sí misma y con exclusividad, como parecía indicar el mencionado sacerdote. Ya hace años se expresaba en un tono parecido, y en una emisión televisiva otro clérigo. Se trataba nada menos que de D. Manuel Lecuona, Presidente de la Academia de la Lengua Vasca. El tono de iluminado con que pronunciaba la frase de “patria no hay más que una”. ¿Cual es la Patria por antonomasia de los cristianos? Al oírle me vinieron a la mente los versos del “Oh Salutaris Hostia”, que nos prometen “una vida sin término en la Patria”.
Hace tiempo que vengo dándole vueltas a la frase de Sabino “nosotros para Euzkadi y Euzkadi para Dios”. No creo que se atreviera a corregirle a San Pablo cuando escribió: “vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” ( I Cor. 3, 29). Pero el simple paralelismo ya es irreverente. Un nazi sudete, en una concentración masiva de su partido, cantó: “un pueblo, un Reich, un Führer”, también indudable paráfrasis de San Pablo (Efe. 2, 4-6) El canto se incorporó al cantoral nazi. Ello es achaque común a todos los nacionalismos que se dejan seducir por un falso salvador.
Menos importancia tiene, aunque no debemos omitir su mención, una cuarteta que cantaban los nacionalistas de antes de 1936. Decía así:
Sabino Arana Goiri/ que en Sukarrieta enterrado estás/ levántate de tu tumba/ y Euzkadi libre será.
Es indudable que en ellas se atribuye, bien a la persona de Sabino, bien a la patria Euzkadi, una función de salvador o de intermediario ante Dios que solo corresponde a Nuestro Señor. Quienes las escribieron o las pronunciaron y quienes hoy las repiten ¿las sentían de verdad? ¿Eran conscientes de lo que decían o escribían? ¿O se dejaron llevar por una exaltación momentánea, sin calar en su importancia?
Como quiera que fuera quedaron escritas. Oscurecen la figura de Nuestro Señor. Lo mismo hace Mahoma cuando Le reduce a la condición de gran profeta. Tomadas esas frases en todo su valor, podemos afirmar que constituyen las bases de lo que podíamos denominar “euzkoislamismo”. Un fe que proclama la existencia de un Dios para los vascos pero que desdibuja al Salvador.
El “euzkoislamismo” no es propiamente el nacionalismo vasco. Está en él como el alcohol en el vino. Hay caldos con más o menos graduación, y entre quienes los consumen los hay que los degustan, otros se animan un tanto, otros se “cuecen” y otros llegan hasta el “titubatium pedum” que, según nos ilustró un estudiante de teología moral, cuando era estudiada en latín, marca el punto en que el pecado es mortal. Eso ha pasado con los nacionalistas. También se destilan vinos para obtener orujo o brandy. Ello se corresponde con la izquierda abertzale
¿Cómo influyeron esas ideas en los seguidores de Sabino? Para un reducido número fueron la razón de su vida. Pero la mayoría de los nacionalistas las tomó como un mero recurso de la retórica. Los nacionalistas vascos se comportaron durante el primer tercio del siglo XX como fervientes católicos. Tanto en sus manifestaciones políticas como en su vida personal y familiar.
Como un recurso de retórica. Es decir: no hacían mucho caso de ellas, así como de otras proposiciones de Sabino. Hemos visto a mozos nacionalistas casarse con chicas de familias no vascas y, más aún, a muchas nacionalistas que no han rechazado a pretendientes de allende del Ebro. Sólo conocemos un caso en que el enfado del los padres, ante el novio castellano aceptado por la hija, fue tan grande que no asistieron a la boda, aunque se reconciliaron con el nacimiento de los nietos. Hemos visto a familias nacionalistas abandonar el vascuence al vivir en un medio social castellanoparlante.
Cierto es que, de vez en cuando, sobre todo si actuaban como partido, su comportamiento era el que corresponde a quien pone su idea política a la altura de su fe religiosa.
Han pasado muchos años y esas ideas han desarrollado el veneno que contienen. Hoy el PNV no es el que era. Desde el retorno de la democracia ha abandonado su primitiva confesionalidad. Dicen las encuestas que de sus votantes practica una minoría. Cuando en el Parlamento se han dilucidado cuestiones tan importantes como el aborto, sus diputados han gozado de libertad de voto y algunos han votado por el crimen. No digamos nada de los otros grupos nacionalistas (que en definitiva tienen también su origen en Sabino) que se manifiestan contrarios a la Religión. Y la ETA, que aunque rechace a Sabino, ha nacido de sus ideas.
Es muy corriente entre cristianos emplear la palabra “cizaña” para referirnos a errores que se siembran entre los fieles. Yo me aparto del Señor en eso y asimilo el “euzkoislamismo” que he mencionado al “txomin-belarra”. Se trata de un falso trébol que invade las huertas. Aparece en un principio y nadie lo da importancia. Los cultivos muestran su exhuberancia. Pero al cabo de pocos años se ha extendido de tal manera que ahoga las plantas cuando comienzan a salir de la tierra, absorbe el agua de riego y las sustancias de abono e inutiliza los esfuerzos del hortelano. Ese ha sido el resultado de aquellas manifestaciones de auténtica idolatría patriotera a las que no se dio importancia cuando nacieron.
Y es que, aunque no de modo explícito, en el nacionalismo vasco se encierra, desde su nacimiento, la afirmación fundamental de: “Jaungoikoa es el Dios de los vascos y Sabino su profeta”.
2º. Éxito político de Sabino de Arana
Hace más de treinta años un vascofrancés apellidado Larronde, presentó en la Universidad de Burdeos una interesante tesis doctoral sobre Sabino de Arana en la que afirmaba que “supo aglutinar los odios contra Madrid existentes en el País Vasco”. Esa era la frase. Poco más o menos.
En efecto: a la sazón existía en toda España, y especialmente en la Vascongadas y Navarra, un fuerte descontento contra los gobiernos de la Restauración alfonsina. Descontento que a veces degeneraba en odio contra Madrid. Que, concretamente en Sabino, engendró odio que extendió a todo lo español.
El descontento estaba más que justificado. Se impuso a toda España un régimen político de falsas libertades que oprimía a los españoles. Un sistema de partidos “turnantes” que implantó el caciquismo como elemento fundamental de la representación popular. Esto se hacía muy sensible en Vascongadas que hasta poco antes habían gozado de un sistema foral de participación política, sencillo y eficaz.
En el terreno religioso se empezó a vivir una persecución a la Iglesia. A pesar del Concordato, de la presencia del Nuncio en Madrid y de la participación de la Jerarquía en ceremonias oficiales. Las agresiones a los católicos por “extremistas incontrolados” eran frecuentes, ante la pasividad de las fuerzas de orden público, y los desmanes quedaban impunes. De vez en cuando, los católicos tenían que reaccionar ante intentos de leyes injustas como las propuestas por Canalejas y Romanones. En lo que a Vizcaya respecta, una peregrinación a Begoña, el 11 de octubre de 1904, fue atacada, produciéndose un muerto entre los asistentes, ante una fuerza pública que, desplegada, no intervino.
Por otra parte desde las instancias políticas se desvalorizaba el ser español. “Es español quien no puede ser otra cosa”. Esto no lo dijo Sabino de Arana, sino el mismísimo Cánovas del Castillo.
A este respecto, nunca me olvidaré de que la diatriba más antiespañola que me ha tocado aguantar en mi niñez, no la escuché de labios de un separatista vasco, sino de un no vasco, médico, pariente lejano. Respondía a la educación que había recibido en centros de enseñanza oficiales, durante el citado periodo de la restauración.
En tales circunstancias no es extraño que cuajasen las ideas de Sabino. Sobre todo cuando a la predicación se unió una acción política que se preocupaba de los intereses populares, abandonados por los políticos liberales y conservadores. El éxito de Sabino no se explica sólo por sus facultades como comunicador; se lo facilitaron las injusticias de los gobiernos liberales y conservadores. El éxito del separatismo lo había predicho Menéndez y Pelayo pocos años antes en el epílogo de los “Heterodoxos”.
El componente religioso de sus ideas atrajo a fervorosos católicos quejosos de la persecución solapada, apagada en ocasiones, pero siempre recurrente. Ello dio a un sector del nacionalismo vasco un carácter confesional acusado. Una parte del clero aceptó ilusionada las nuevas doctrinas y el nuevo partido.
Sabino de Arana pensaba que la Jerarquía estaba obligada a una acción política antiliberal. “Defendemos los derechos de la Iglesia luego la Jerarquía y Roma tienen que estar a nuestro lado y en contra de los que gobiernan”. Y esta manera de pensar la trasplantó a su nuevo partido. De ahí las frecuentes concomitancias de clérigos nacionalistas con la acción política del partido y las frecuentes quejas de que la Iglesia no atiende “los derechos de los vascos”.
El nacionalismo llega a los vascos con cien años de retraso. El primer nacionalista vasco había sido José Agustín Chaho, suletino que, a la vez, fue el primer vasco enterrado sin ceremonia religiosa. Escribió sus ideas en tiempo de la primera guerra civil (1833-1840). Sus ideas no cuajaron porque el campo no estaba aún preparado. El nacionalismo, que es una religión, da lugar a ese extraño catolicismo de Sabino que ya hemos calificado de “euzkoislamismo”. Conjuga una estricta práctica religiosa con la aceptación de un mesianismo centrado en la imaginada patria y que sus fieles trasladan a su persona.
Mesianismo incompatible con un catolicismo serio. Del que, en líneas generales, “pasaban” la mayor parte de sus seguidores. De vez en cuando se producía una fricción con la Jerarquía. Un día el Obispo amonestaba un escritor nacionalista que acusaba a los agustinos de Guernica de preferir la atención a las jovencitas a los demás apostolados. Otro era que Sabino publicaba una versión del Padre Nuestro en la que vertía sus revolucionarias teorías ligüísticas, a pesar de la previa prohibición del Obispo. Pero los nacionalistas seguían nutriendo las asociaciones piadosas, llenado los templos, participando en las masivas manifestaciones de Fe y dando sus hijos al sacerdocio y comunidades misioneras.
Extraña mezcolanza de la Fe ancestral con el odio que aparece claro en los escritos de Sabino de Arana. Odio que nace de una lógica reacción a una agresión injusta. Pero que, como todo odio, termina por ser estéril. Por borrar la Fe de las almas de sus seguidores.
Corría el año 1932. El PNV llevaba a cabo una política estatutista que a un seguidor de Sabino, de los de primera hora, le pareció tibia. Éste decidió reivindicar la memoria de su “maestro” y publicó una antología de sus afirmaciones que reunió en un libro que tituló “De su alma y de su pluma”. Mayor colección de barbaridades no se puede encontrar. La obra fue rechazada incluso por muchos nacionalistas. Era el odio destilado y filtrado.
En mis años de estudiante, muchos días de labor asistía a la Santa Misa en la parroquia de Nª Sª. del Carmen, de Bilbao. Me llamó la atención, por su estatura, un anciano que diariamente se acercaba a comulgar. Pasado el tiempo me enteré de quien se trataba. Era el mismo autor de la compilación citada. Renuncio a juzgarlo. Menciono el caso para que veamos a qué aberraciones puede conducir un catolicismo ferviente pero parcial. Y a todos los lectores les recuerdo aquello que dijo el Señor de “la primera piedra”. Porque ninguno de nosotros está libre de caer en lo mismo.
3º. Curiosas Coincidencias
Hace unos meses Jon Juaristi ha publicado una novela titulada “Caza Salvaje”. Hace intervenir en la misma a grupos nacionalistas vascofranceses, antisemitas y pronazis. El conocido episodio de que en la Cancillería de Berlín los últimos resistentes fueron doscientos españoles mandados por un Teniente Coronel apellidado Equerra, lo adorna añadiendo que enarbolaban la “ikurriña” sabiniana. Exagera y con el disfraz que coloca, enmascara la realidad.
Los nacionalistas vascos antes de 1936 utilizaron como insignia la “euzkorratza”. Se trataba de una svástica igual que la de Hitler, solamente que girada medio ángulo recto. Posteriormente la fueron sustituyendo por una modificación. Se trata del “lauburu” símbolo empleado desde antiguo como elemento decorativo en casas del País Vascofrancés. La svástica se suaviza redondeando sus formas. Adquiere así una forma que recuerda a las hélices marinas. Hoy está muy difundida. Las mujeres y jóvenes vascas la lucen en sus cuellos en vez de las medallas religiosas. En las esquelas mortuorias sustituye con mucha frecuencia a la Cruz. Unas veces se trata de personas cuyas familias no les organizan exequias católicas. Pero otras anuncian la Santa Misa. Tremenda inconsecuencia después de haber prescindido de la Cruz.
Durante la guerra mundial las simpatías de los nacionalistas estuvieron en el bando aliado. Incluso organizaron una red de espionaje que trabajó para ellos. Un nacionalista alavés fue pasado por las armas. José Antonio de Aguirre pretendía un trato de favor por parte de las autoridades francesas y belgas y les recordaba que los vascos habían sido los primeros agredidos por los alemanes. Aludía al bombardeo de Guernica. Sin embargo….
Lo dirigentes nacionalistas Javier de Landáburu y Juan Manuel Epalza acudieron a una entrevista que les pidió el E. M. de la Wehrmacht en Paris. Me lo contó años después Juan Manuel Epalza, añadiendo que en todo momento actuaron con la autorización de José Antonio de Aguirre.
Recién salido del Penal de Puerto de Santa María, un amigo nacionalista me aseguraba que en su obra “Mi Lucha” Hitler se refería a la raza vasca como una de las puras con las que podían mezclarse los alemanes. Semejante mentira tuvo que nacer en la mente del algún compañero de prisión, a quien las horas de ocio le permitían soñar. Pero “el perro hambriento sueña con huesos”. En la obra “El Péndulo Patriótico” se menciona un documento de un nacionalista en el que espera un trato favorable por parte del Führer en gracia a una coincidencia en los principios raciales.
El nacionalista vascofrancés Eugeni Goyenetche fue represaliado por su colaboración con los alemanes.
Alguna afinidad entre el islam y el nacionalsocialismo tiene que haber cuando el Gran Mufti de Jerusalén pasó toda la guerra en Berlín y fue tratado por Hitler con gran deferencia. Con musulmanes bosnios organizaron dos divisiones de las SS. Los tártaros de crimen se pusieron del lado alemán con tal entusiasmo y eficacia que, al fin de la guerra, fueron deportados en masa a Siberia por Stalin. Los nazis que encontraron refugio en Egipto y fueron empleados como técnicos o instructores militares, se convirtieron todos al islam.
Algunos historiadores de las religiones consideran el islamismo como una derivación del arrianismo. En España los godos vitizanos, que oficialmente habían abandonado el arrianismo tres o cuatro generaciones antes, se islamizaron en masa. Ello hizo posible el afianzamiento de los moros en España, pues los invasores árabes y beréberes fueron muy pocos.
En Navarra ha actuado un grupo de izquierda “abertzale” que ha recordado a los musulmanes navarros, que los hubo. La familia de los “Banu Qasi” dominó el Valle del Ebro y tuvo su asentamiento en Tudela. El citado grupo era de Tafalla y denominaba a dicha Ciudad con el nombre de Al Tafailla.
Recientemente el sacerdote de San Sebastián Don José Antonio Pagola ha publicado un libro sobre Nuestro Señor Jesucristo que ha sido calificado como arriano por el Obispo de Tarazona y otros eminentes teólogos. No atribuimos las ideas heterodoxas a un posible nacionalismo del autor, cuyas simpatías políticas desconocemos. Desgraciadamente en todo el mundo católico se han extendido semejantes ideas. Librerías especializadas en temas religiosos venden verdadera basura juntamente con obras de buena doctrina.
Pero hemos observado que el libro se está difundiendo en ambientes nacionalistas vascos. Afines al PNV lo compran, que lo lean es otra cosa, y recomiendan su lectura. Entre ellos ya ha surgido la insidia:”Si el autor hubiera sido un teólogo de Burgos o Toledo ¿los habrían condenado?”. Para ellos basta que el autor sea vasco para, por encima de si su doctrina en sana o no, salir en su defensa.
¿Puras coincidencias? No se puede saber. El hecho es que existen. El nacionalismo es una religión. Religión falsa que es letal para la Fe católica. Lo demuestra el desastre que la Iglesia ha sufrido no sólo en el País Vasco y Navarra. También en Cataluña (¡Diócesis de Vich cuna de tantos santos sacerdotes!). En tierras más lejanas podemos contemplar lo ocurrido en Flandes y en Canadá francés.
Bilbao, enero de 2009.
Carlos Ibáñez Quintana.